Recuerdo cuando tenía unos diez años.
Desde los ocho estaba realizando piragüismo y compitiendo en distintas regatas por las Islas Baleares. Competía en la categoría de Alevín Dama y mucha gente decía que tenía mucho potencial y tenían muchas expectativas conmigo.
Tanto que todos esperaban que fuera la mejor y cuando no lo era, era una decepción para los demás.
Eso hizo convertirme en alguien muy competitiva y muy exigente. Tenía que dar lo mejor de mi porque no quería ser señalada por mi familia o conocidos. Y a veces, aunque fuera la ganadora, aunque hubiera quedado primera en tres competiciones consecutivas, me decían " tienes que mejorar los tiempos. Siempre puedes hacerlo mejor"
Públicamente decían lo orgullosos que se sentían de mi, pero empecé a darme cuenta que nunca era suficiente para los demás. Por ende, tampoco era suficiente para mi y me sentía muy culpable cuando no conseguía cumplir las expectativas que tenía mi entrenador, mi familia u otras personas. Sentía que les estaba fallando por no ser suficiente.
Y es irónico hacer un deporte acuático cuando te da miedo el mar.
No me daba miedo cuando remábamos en la playa o por dentro del puerto. Me daba miedo cuando dejaba de ver lo que había debajo de mi. Cuando todo se volvía negro. Tenía miedo de todo lo que podía haber ahí y lo que pudiera pasarme si caía al agua.
Y cuando esto pasaba y el miedo me invadía pensaba ¿Por qué estoy haciendo esto? ¿Por qué estoy aquí sola pasando frío y miedo?
Y es que al final, por mucha gente que hubiera apoyándote, por muchos que fuéramos en las competiciones, cuando daban la salida y todos se apresuraban a remar te acababas quedando solo.
Con el paso del tiempo los palistas nos íbamos distanciando unos de otros ,y todavía en los puertos podías tener algún familiar apoyándote a gritos desde los muelles, pero cuando salías al mar abierto no había nadie, estabas solo.
Dentro del puerto el agua solía estar tranquila, pero cuando salías fuera podías encontrarte un mar furioso que amenazaba con desestabilizarte, hacerte caer y tragarte o llevarte con alguna corriente.
¿Y qué pasa cuando te caes en el agua estando solo?
Puedes quedarte esperando a que algún equipo de vigilancia te vea y te ayude, pero si te interesa ganar no tienes tiempo para perder esperando. Y en mi caso, era el doble de angustioso pensando las miles de cosas horribles que me podían pasar cada minuto que seguía estando en el agua a merced de cualquier criatura o ser que rondara por ahí.
En una de estas veces lo pasé realmente mal.
¿Y si nadie se daba cuenta de que me había caído? ¿Y si lo hacían tarde porque algo me cogería del pie y me estiraría hacia abajo del mar y me moriría ahogada? ¿Y si me adelantaban todos los compañeros y tenía una mala calificación? ¿Y si era mejor que me comieran los monstruos que había bajo el agua a enfrentarme a la decepción de los adultos si perdía?
Y sí, y si, y sí... La ansiedad. ¿ Y si me detenía un momento, dejaba de pensar y reaccionaba?
¿Vivir o morir?
Aunque llevaba un chaleco salvavidas y tarde o temprano alguien se daría cuenta de que me había caído al agua y no podía subirme sola a la piragua, había muchas cosas que me daban miedo en ese instante y que para mi mente de diez años significaban una amenaza y un miedo real.
Si me hubiera quedado ahí parada me habría sentido muy pequeña e inútil. Para mí, el no reaccionar habría "sido morir."
Así que empecé a intentar subirme a la piragua como había visto hacer a los adultos, y no paré hasta que lo conseguí. Y continué remando.
Estaba helada y asustada, pero había entrado en acción. Había vuelto a la competición.
Sabía que estaba muy retrasada a mis compañeras. Pero no debía pensar demasiado, o mejor dicho, lo único que tenía que pensar es que el haberme caído no significaba que todo estuviera perdido.
Y continué remando, diciéndome todo lo que los demás no me decían. Valorando mi esfuerzo, mi tiempo y mi dedicación en cada uno de los días que había estado entrenando. Queriéndome y aceptándome. No era perfecta, no siempre sería la mejor y habría veces que perdería. Pero estaba bien.
No recuerdo si aquel día gane o no, pero ese día lo importante no fue quedar la primera. Lo importante fue llegar y demostrarme a mi misma que soy igual de valida independientemente de la veces que me caía y el puesto en que el que acabe. Porque lo importante es creer en uno mismo.