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1 de octubre de 2019

Compórtate como un humano | Mavy's Universe


La verdad es que el piso no se encontraba en un mal lugar. Tenía unas vistas preciosas de la ciudad, el mar a lo lejos y muy cerca del edificio se encontraba un parque precioso al que iban sus compañeros de piso a pasear el perro.
Lo malo eran los ruidos. Coches, sirenas, motos que emitían sonidos insoportables, máquinas, gente hablando o gritando, perros ladrando... ¿Cómo podían convivir los humanos con esos sonidos? En Nefëret* no existían ninguna de esas cosas. Era un lugar en el que se podía convivir, donde la naturaleza era tu amiga.

Echaba de menos Bloggerland, la Trifuerza y su alianza blanca. Le habían secuestrado de su mundo, literalmente. ¡Y en plena guerra! ¿Quién estaba tan enfermo como para llevarse a la mano derecha del arcángel blanco en plena batalla? Ah, sí. Una insignificante humana. ¿No es irónico? Una humana que no posee ningún tipo de poder se ha llevado a la gran sabia de los fénix a un mundo completamente distinto, en contra de su voluntad. Pero lo peor no es eso.
Lo peor es que Osiris ya no era un fénix.

En Alejandría, ese nuevo mundo, o la clase de broma que fuera eso, los seres “peligrosos” que pudieran ser una amenaza contra el mismo y sus habitantes sufrían ciertas limitaciones para que Zulema –la que manejaba todo aquello. La escritora de ese universo– pudiera controlarlos sin que estos se rebelaran en su contra. Personajes como Bellatrix Lestrange, Sauron o Jadis (La bruja blanca) o incluso el terrible Lord Voldemort tenían prohibida la entrada en Alejandría, mientras otros como La Reina Seelie,
, Snow, Jeanine o Dolores Umbrigde se encontraban limitados de una manera que les hacían prácticamente inofensivos.
Y así era como ella pasó a ser una sucia y patética humana más. Como podía ir y venir de Alejandría a su mundo, para continuar con una vida “normal”, podía convertirse en fénix a su antojo. Pero en cada una de sus innumerables vidas había sido solo un animal. No un humano. No controlaba su nueva condición. Ni siquiera sabía utilizar los objetos mundanos sin tener accidentes.
Y tal vez se pudiera pensar que ya que podía ir a Bloggerland cuando quisiera, no tenía porque volver a ese mundo, pero sería un error.
A cada personaje nuevo que leía o creaba Zulema, en caso de gustarle, la misma lo traía a ese lugar y le daba un sitio en el que vivir.
A ella, al considerarle un arma peligrosa, le había prohibido permanecer sola y la había encerrado con dos especimes humanos de lo más raro, que debían asegurar la protección de los demás. Pero en opinión de la chica, eran tan lelos que habían cometido el error de dejar que hiciera amistad con un demonio y una especie de vampiro “chungo”.
Y aún eran más tontos de dejarla sola en aquel piso.
Habría escapado, de no ser por que el agotamiento que tenía tras morir tres veces intentando abrir esa maldita puerta que la escritora había creado en medio de su cabecita. Lo que en Alejandría representaba un edificio en forma de pirámide al que llamaban REM.
Estaba acostumbrada a morir y volver a la vida, pero nunca lo había hecho siendo humana. Y con las normas tan extrañas que había en ese mundo, la primera vez le había preocupado que todo acabara así sin más. Pensó que igual si moría desaparecería de Alejandría y volvería a Nefëret. Pero no iba a ser tan fácil. Tal vez debería escuchar a ese joven Nephilim...


El sonido de unas llaves la apartó de sus pensamientos.
Estaba tirada en la alfombra del salón, con las piernas sobre el sofá. Su cabellera rubia estaba esparcida por el suelo y había muchos envoltorios de chicle a su alrededor.
Todavía lucía su traje de batalla. Un traje blanco y dorado con un símbolo de fuego en el centro del pecho.
Escuchó como se iban abriendo uno a uno los cerrojos de la puerta. Antes no había tantos, pero claro, convivir con un fénix que había amenazado con matarlos a todos cambiaba las cosas.
Creyó que sería uno de sus compañeros. Tal vez Nero, que venía cada pocas horas a comprobar si estaba bien. O quizá lo que venía a comprobar era que no hubiera incinerado la casa.
Como fuera el otro chico ,a lo que pegaría fuego sería a su cabello.
Pero no fue ninguno de los dos. Era uno de esos personajes de los que Zulema se había enamorado y aunque no le pertenecían les había invitado amablemente a convivir con ellos. Entended “ invitar” como obligar y “amablemente” como bajo amenazas. No sería de extrañar que hubiera secuestrado a alguno de sus seres queridos.

Osiris resopló y puso los ojos en blanco cuando el pelirrojo cruzó el portal. Estaba ya cansada de que todos los personajes se pasearan por Alejandría y en concreto, esa casa, como si aquello fuera una plaza o algo.

–¿Es que todos tenéis las llaves de este sitio o qué? –Preguntó malhumorada, sin siquiera mirarle.
Él se acercó al sofá extrañado ante su presencia.
–Bueno, yo... es que antes vivía aquí –Comentó señalando hacia los dormitorios– ¿Tú eres...?
–¿ Y todos vivían aquí?–le dirigió una mirada de desprecio – Me gustaría poder pasearme desnuda sin que aparezca uno de vosotros y empiece a babear como un poyuelo recién nacido. –Él se quedó sin habla durante unos instantes.– Sí, a eso me refiero.–Resopló.
Miró al chico pensativa. Pelirrojo de ojos verdes. Lucía una capa negra que parecía hecha con sombras y portaba un laud a la espalda. Sabía quién era y lo habilidoso que se había vuelto en terrrenos sexuales tras una expecidión en Amri. Tal vez...
La sonrisa del chico desapareció de pronto.
–¿Huele a quemado?
Y ella soltó una carcajada.
–Sí, el microondas no quería hacerme caso. –Vio como el chico corrió hacia la cocina soltando palabrotas–.
–¡¡Por Tehlú!! ¡Se están quemando las cortinas!
La chica se puso en pie divertida y se acercó al marco de la puerta. Asomó la cabeza y miró como el chico apagaba el fuego con un extintor. Había por toda la casa, al no ser la primera vez que ocurría aquello. Los aparatos no querían obedecerla y sin querer se incendiaban. No podía controlarlo. Simplemente sucedía. Si la hubieran dejado ser quién era, eso no pasaría. Ahora tenían que cargar con ello–.
–¿ No te han enseñado a usar el microondas?
Alzo las manos en gesto de inocencia y luego cogió un tarro de Nutella que había empezado con una cuchara dentro.
–Darek dijo “ pulsas aquí y giras esta rueda”. Fin.
–¿Y no te dijo que no puedes meter papel de aluminio ni cartón dentro? –preguntó mirando los restos.
–Solo que metiera lo que quisiera comer. Y bueno, la comida “ basura” no está mala.
Se dirigió hacia el sofá y el chico la siguió con el rostro lleno de humo y grasa.
–Debes de ser Osiris. Yo me llamo..
–Sí, sí. Ya se quién eres. Kvothe el Edena Ruh que ahora estudia en la universidad. Ya me han hablado de ti –El sonrió de oreja a oreja–. No, no sonrías. Borra eso de tu cara. Lo que he oído no es bueno.
El chico hizo una mueca de enfado y cruzó los brazos.
–Bueno, yo tampoco he oído hablar bien de ti precisamente. Has matado a algunas personas inocentes–. Ella sonrió con perversidad–. Así que es cierto.
–Es mentira. –Se acercó a él. –No fueron “ personas” ni tampoco “ algunas”, fueron bastantes. Y seg¿uramente la cifra vaya subiendo mientras me tengan encerrada aquí.
El chico se apartó de ella y empezó a limpiar la cocina.
–Yo no soy quién te tiene encerrada. Aunque viendo esto no es de extrañar...
La chica apretó los dientes y decidió ignorar el comentario.
–¿Me vas a decir que demonios haces aquí? –Preguntó con la boca llena de chocolate.
Kvothe la miró acuclillado, con la pala en la mano.
–Venía buscando a Nero o Darek, pero ya veo que no están.
–¿Y por eso entras como si esto fuera tu casa?
El chico arqueó una ceja.
–Técnicamente sigue siéndolo. De hecho en tu habitación aún hay cosas mías. –Se dirigió hacia la habitación de manera automática. – Y agradecería que no quemases también mis libros.
Ella agitó una mano, quitándole importancia.
–Descuida, con quemar la estantería de ese niñato ya he tenido bastante.
–¿Qué ñiñato?
–El que dice que ve fantasmas.
–¿Darek? –Se le dibujó una sonrisa de oreja a oreja que no puedo esconder–. ¿Has quemado la estantería de Darek? –Se dirigió a la habitación del chico.
–¿Cómo va a ver fantasmas? Ese ya no sabe qué hacer para llamar la atención.
–Te sorprendería lo que es capaz de hacer la gente que hay por aquí. –Soltó un gritito de alegría. –No me lo puedo creer. Debió ponerse histérico. –Empezó a reírse.
Ella frunció el ceño y le señaló con la cuchara.
–Está bien... Darek fue el que me habló mal de ti, pero Zulema te ponía en un pedestal. No imaginaba que fueras tan capullo.
Él la miró aún sonriendo.
–Eh, que no soy ningún santo. Y por culpa de este imbécil pasé un año en el infierno siendo violado y torturado por Thrax, seres con tentáculos y cosas que no quieras ni imaginar.
La mirada del chico se había vuelto tan fría que por un instante se vio reflejada en él. Pero se le paso enseguida.
–¿Entonces te cae mal? –Sonrió y él afirmó con la cabeza. –¡Entonces ya me caes bien! –Le señaló el tarro vacío– ¿Hay más de esto?
El chico le miró con curiosidad unos instantes antes de volver a la cocina.
–Sabes que eso engorda, ¿verdad?
La chica lanzó una mirada al tarro vacío y luego observó al chico.
Era bastante mono y si sabía tocar un instrumento seguramente tendría unas manos muy habilidosas. Todavía no había visto qué limites podía ofrecerle su nueva condición de humana y tal vez él...

Pero no podía perder el tiempo con ello. Ahora no. Algo iba mal.
Lo sintió a la altura del pecho. Una mala vibración. Siendo humana no podía tener la misma percepción de las cosas que en su vida pasada, pero aún así lo había sentido. Era en REM. Y ahí estaban Nero y Keity.
Se transformó en fénix de inmediato. Ni siquiera lo pensó. Simplemente sucedió y antes de darse cuenta estaba aporreando la ventana del balcón con intención de salir fuera. Se podría pensar que la idea de que sus amigos estuvieran en peligro la impulsaba a ir a su rescate. Pero no era aquel el motivo. Ahí estaba él. El chico que le había prometido que le ayudaría a escapar de Alejandría.
Una vez convertida podía percibirlo todo mejor.
–¿Qué narices estás haciendo?–Preguntó Kvothe sorprendido, ante su transformación.
Ella vio inútil esa conversación pero aún así le habló.
Kvothe la escuchó en su cabeza.
Hay problemas en REM.
–¿Qué clase de problemas? –¿Le estaba hablando a un pájaro que le hablaba telepáticamente? ¿Cómo...? Bueno, ahí podía pasar cualquier cosa.
Ha aparecido un tal Ambrose.
Cualquier atisbo de alegría desapareció por completo del rostro del chico.
–No es posible.
¿Me estás llamando mentirosa? –El chico retrocedió cuando surgieron las llamas del cuerpo del ave. –Ábreme la ventana–. El chico vaciló unos instantes. –Ábreme la ventana o pienso destrozarla.


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