La verdad es que el piso no
se encontraba en un mal lugar. Tenía unas vistas preciosas de la
ciudad, el mar a lo lejos y muy cerca del edificio se encontraba un
parque precioso al que iban sus compañeros de piso a pasear el
perro.
Lo malo eran los ruidos.
Coches, sirenas, motos que emitían sonidos insoportables, máquinas,
gente hablando o gritando, perros ladrando... ¿Cómo podían
convivir los humanos con esos sonidos? En Nefëret*
no existían ninguna de esas cosas. Era un lugar en el que se podía
convivir, donde la naturaleza era tu amiga.
Echaba de menos Bloggerland,
la Trifuerza y su alianza blanca. Le habían secuestrado de su mundo,
literalmente. ¡Y en plena guerra! ¿Quién estaba tan enfermo como
para llevarse a la mano derecha del arcángel blanco en plena
batalla? Ah, sí. Una insignificante humana. ¿No es irónico? Una
humana que no posee ningún tipo de poder se ha llevado a la gran
sabia de los fénix a un mundo completamente distinto, en contra de
su voluntad. Pero lo peor no es eso.
Lo peor es que Osiris ya no era un fénix.
Lo peor es que Osiris ya no era un fénix.
En Alejandría,
ese nuevo mundo, o la clase de broma que fuera eso, los seres
“peligrosos” que pudieran ser una amenaza contra el mismo y sus
habitantes sufrían ciertas limitaciones para que Zulema –la
que manejaba todo aquello. La escritora de ese universo– pudiera
controlarlos sin que estos se rebelaran en su contra. Personajes
como Bellatrix Lestrange, Sauron o Jadis (La bruja blanca) o incluso
el terrible Lord Voldemort tenían prohibida la entrada en
Alejandría, mientras otros como La Reina Seelie,
, Snow, Jeanine o Dolores
Umbrigde se encontraban limitados de una manera que les hacían
prácticamente inofensivos.
Y así era como ella pasó a ser una sucia y patética humana más. Como podía ir y venir de Alejandría a su mundo, para continuar con una vida “normal”, podía convertirse en fénix a su antojo. Pero en cada una de sus innumerables vidas había sido solo un animal. No un humano. No controlaba su nueva condición. Ni siquiera sabía utilizar los objetos mundanos sin tener accidentes.
Y tal vez se pudiera pensar que ya que podía ir a Bloggerland cuando quisiera, no tenía porque volver a ese mundo, pero sería un error.
Y así era como ella pasó a ser una sucia y patética humana más. Como podía ir y venir de Alejandría a su mundo, para continuar con una vida “normal”, podía convertirse en fénix a su antojo. Pero en cada una de sus innumerables vidas había sido solo un animal. No un humano. No controlaba su nueva condición. Ni siquiera sabía utilizar los objetos mundanos sin tener accidentes.
Y tal vez se pudiera pensar que ya que podía ir a Bloggerland cuando quisiera, no tenía porque volver a ese mundo, pero sería un error.
A cada personaje nuevo que
leía o creaba Zulema, en caso de gustarle, la misma lo traía a ese
lugar y le daba un sitio en el que vivir.
A ella, al considerarle un
arma peligrosa, le había prohibido permanecer sola y la había
encerrado con dos especimes humanos de lo más raro, que debían
asegurar la protección de los demás. Pero en opinión de la chica,
eran tan lelos que habían cometido el error de dejar que hiciera
amistad con un demonio y una especie de vampiro “chungo”.
Y aún eran más tontos de
dejarla sola en aquel piso.
Habría escapado, de no ser por que el agotamiento que tenía tras morir tres veces intentando abrir esa maldita puerta que la escritora había creado en medio de su cabecita. Lo que en Alejandría representaba un edificio en forma de pirámide al que llamaban REM.
Estaba acostumbrada a morir y volver a la vida, pero nunca lo había hecho siendo humana. Y con las normas tan extrañas que había en ese mundo, la primera vez le había preocupado que todo acabara así sin más. Pensó que igual si moría desaparecería de Alejandría y volvería a Nefëret. Pero no iba a ser tan fácil. Tal vez debería escuchar a ese joven Nephilim...
Habría escapado, de no ser por que el agotamiento que tenía tras morir tres veces intentando abrir esa maldita puerta que la escritora había creado en medio de su cabecita. Lo que en Alejandría representaba un edificio en forma de pirámide al que llamaban REM.
Estaba acostumbrada a morir y volver a la vida, pero nunca lo había hecho siendo humana. Y con las normas tan extrañas que había en ese mundo, la primera vez le había preocupado que todo acabara así sin más. Pensó que igual si moría desaparecería de Alejandría y volvería a Nefëret. Pero no iba a ser tan fácil. Tal vez debería escuchar a ese joven Nephilim...
El sonido de unas llaves la apartó de sus pensamientos.
Estaba tirada en la alfombra
del salón, con las piernas sobre el sofá. Su cabellera rubia estaba
esparcida por el suelo y había muchos envoltorios de chicle a su
alrededor.
Todavía lucía su traje de
batalla. Un traje blanco y dorado con un símbolo de fuego en el
centro del pecho.
Escuchó como se iban abriendo uno a uno los cerrojos de la puerta. Antes no había tantos, pero claro, convivir con un fénix que había amenazado con matarlos a todos cambiaba las cosas.
Escuchó como se iban abriendo uno a uno los cerrojos de la puerta. Antes no había tantos, pero claro, convivir con un fénix que había amenazado con matarlos a todos cambiaba las cosas.
Creyó que sería uno de sus
compañeros. Tal vez Nero, que venía cada pocas horas a comprobar si
estaba bien. O quizá lo que venía a comprobar era que no hubiera
incinerado la casa.
Como fuera el otro chico ,a
lo que pegaría fuego sería a su cabello.
Pero no fue ninguno de los
dos. Era uno de esos personajes de los que Zulema se había enamorado
y aunque no le pertenecían les había invitado amablemente a
convivir con ellos. Entended “
invitar” como obligar y “amablemente” como bajo
amenazas. No sería de extrañar que hubiera secuestrado a alguno de
sus seres queridos.
Osiris resopló y puso los
ojos en blanco cuando el pelirrojo cruzó el portal. Estaba ya
cansada de que todos los personajes se pasearan por Alejandría y en
concreto, esa casa, como si aquello fuera una plaza o algo.
–¿Es que todos tenéis
las llaves de este sitio o qué? –Preguntó malhumorada, sin
siquiera mirarle.
Él se acercó al sofá
extrañado ante su presencia.
–Bueno, yo... es que antes
vivía aquí –Comentó señalando hacia los dormitorios– ¿Tú
eres...?
–¿ Y todos vivían
aquí?–le dirigió una mirada de desprecio – Me gustaría poder
pasearme desnuda sin que aparezca uno de vosotros y empiece a babear
como un poyuelo recién nacido. –Él se quedó sin habla durante
unos instantes.– Sí, a eso me refiero.–Resopló.
Miró al chico pensativa.
Pelirrojo de ojos verdes. Lucía una capa negra que parecía hecha
con sombras y portaba un laud a la espalda. Sabía quién era y lo
habilidoso que se había vuelto en terrrenos sexuales tras una
expecidión en Amri. Tal vez...
La sonrisa del chico
desapareció de pronto.
–¿Huele a quemado?
Y ella soltó una carcajada.
–Sí, el microondas no
quería hacerme caso. –Vio como el chico corrió hacia la cocina
soltando palabrotas–.
–¡¡Por Tehlú!! ¡Se
están quemando las cortinas!
La chica se puso en pie
divertida y se acercó al marco de la puerta. Asomó la cabeza y miró
como el chico apagaba el fuego con un extintor. Había por toda la
casa, al no ser la primera vez que ocurría aquello. Los aparatos no
querían obedecerla y sin querer se incendiaban. No podía
controlarlo. Simplemente sucedía. Si la hubieran dejado ser quién
era, eso no pasaría. Ahora tenían que cargar con ello–.
–¿ No te han enseñado a
usar el microondas?
Alzo las manos en gesto de
inocencia y luego cogió un tarro de Nutella que había empezado con
una cuchara dentro.
–Darek dijo “ pulsas
aquí y giras esta rueda”. Fin.
–¿Y no te dijo que no
puedes meter papel de aluminio ni cartón dentro? –preguntó
mirando los restos.
–Solo que metiera lo que
quisiera comer. Y bueno, la comida “ basura” no está mala.
Se dirigió hacia el sofá y
el chico la siguió con el rostro lleno de humo y grasa.
–Debes de ser Osiris. Yo
me llamo..
–Sí, sí. Ya se quién
eres. Kvothe el Edena Ruh que ahora estudia en la universidad. Ya me
han hablado de ti –El sonrió de oreja a oreja–. No, no sonrías.
Borra eso de tu cara. Lo que he oído no es bueno.
El chico hizo una mueca de
enfado y cruzó los brazos.
–Bueno, yo tampoco he oído
hablar bien de ti precisamente. Has matado a algunas personas
inocentes–. Ella sonrió con perversidad–. Así que es cierto.
–Es mentira. –Se acercó
a él. –No fueron “ personas” ni tampoco “ algunas”, fueron
bastantes. Y seg¿uramente la cifra vaya subiendo mientras me tengan
encerrada aquí.
El chico se apartó de ella
y empezó a limpiar la cocina.
–Yo no soy quién te tiene
encerrada. Aunque viendo esto no es de extrañar...
La chica apretó los dientes
y decidió ignorar el comentario.
–¿Me vas a decir que
demonios haces aquí? –Preguntó con la boca llena de chocolate.
Kvothe la miró acuclillado,
con la pala en la mano.
–Venía buscando a Nero o
Darek, pero ya veo que no están.
–¿Y por eso entras como si esto fuera tu casa?
–¿Y por eso entras como si esto fuera tu casa?
El chico arqueó una ceja.
–Técnicamente sigue
siéndolo. De hecho en tu habitación aún hay cosas mías. –Se
dirigió hacia la habitación de manera automática. – Y
agradecería que no quemases también mis libros.
Ella agitó una mano,
quitándole importancia.
–Descuida, con quemar la
estantería de ese niñato ya he tenido bastante.
–¿Qué ñiñato?
–El que dice que ve
fantasmas.
–¿Darek? –Se le dibujó
una sonrisa de oreja a oreja que no puedo esconder–. ¿Has quemado
la estantería de Darek? –Se dirigió a la habitación del chico.
–¿Cómo va a ver
fantasmas? Ese ya no sabe qué hacer para llamar la atención.
–Te sorprendería lo que
es capaz de hacer la gente que hay por aquí. –Soltó un gritito de
alegría. –No me lo puedo creer. Debió ponerse histérico. –Empezó
a reírse.
Ella frunció el ceño y le
señaló con la cuchara.
–Está bien... Darek fue
el que me habló mal de ti, pero Zulema te ponía en un pedestal. No
imaginaba que fueras tan capullo.
Él la miró aún sonriendo.
–Eh, que no soy ningún
santo. Y por culpa de este imbécil pasé un año en el infierno
siendo violado y torturado por Thrax,
seres con tentáculos y cosas que no quieras ni imaginar.
La mirada del chico se había
vuelto tan fría que por un instante se vio reflejada en él. Pero
se le paso enseguida.
–¿Entonces te cae mal?
–Sonrió y él afirmó con la cabeza. –¡Entonces ya me caes
bien! –Le señaló el tarro vacío– ¿Hay más de esto?
El chico le miró con curiosidad unos instantes antes de volver a la cocina.
El chico le miró con curiosidad unos instantes antes de volver a la cocina.
–Sabes que eso engorda,
¿verdad?
La chica lanzó una mirada
al tarro vacío y luego observó al chico.
Era bastante mono y si sabía
tocar un instrumento seguramente tendría unas manos muy habilidosas.
Todavía no había visto qué limites podía ofrecerle su nueva
condición de humana y tal vez él...
Pero no podía perder el
tiempo con ello. Ahora no. Algo iba mal.
Lo sintió a la altura del
pecho. Una mala vibración. Siendo humana no podía tener la misma
percepción de las cosas que en su vida pasada, pero aún así lo
había sentido. Era en REM. Y ahí estaban Nero y Keity.
Se transformó en fénix de
inmediato. Ni siquiera lo pensó. Simplemente sucedió y antes de
darse cuenta estaba aporreando la ventana del balcón con intención
de salir fuera. Se podría pensar que la idea de que sus amigos
estuvieran en peligro la impulsaba a ir a su rescate. Pero no era
aquel el motivo. Ahí estaba él. El chico que le había prometido
que le ayudaría a escapar de Alejandría.
Una vez convertida podía
percibirlo todo mejor.
–¿Qué narices estás
haciendo?–Preguntó Kvothe sorprendido, ante su transformación.
Ella vio inútil esa
conversación pero aún así le habló.
Kvothe la escuchó en su cabeza.
Kvothe la escuchó en su cabeza.
–Hay problemas en REM.
–¿Qué clase de
problemas? –¿Le estaba hablando a un pájaro que le hablaba
telepáticamente? ¿Cómo...? Bueno, ahí podía pasar cualquier
cosa.
–Ha aparecido un tal
Ambrose.
Cualquier atisbo de alegría
desapareció por completo del rostro del chico.
–No es posible.
–¿Me estás llamando
mentirosa? –El chico retrocedió cuando surgieron las llamas
del cuerpo del ave. –Ábreme la ventana–. El chico vaciló
unos instantes. –Ábreme la ventana o pienso destrozarla.
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